Del Pregón de D. Carlos Colón Perales (1996)
03/09/2018

Las ocho y media en el Salvador. El mundo se hace de plata para que lo pise Pasión. Porque es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, la víctima llevada con mansedumbre al matadero; su sangre ya es vino, su carne pan, y sólo sobre plata de sagrario se puede mostrar su misterio. Ya se ha interiorizado del todo la Pasión de Cristo, que en Sevilla es este replegarse sobre sí mismo, esta serenidad sacramental que impone siempre Jesús de la Pasión allí donde esté. Por eso no le faltaron todos los días ofrendas cuando fue resanado por esa cirugía de lo sagrado que en otras partes, donde las esculturas sólo son eso y no seres, llaman restauración. Hubo quien, aún viéndolo allí despojado de todo atributo, no podía dejar de rezarle; quien cuidó que ningún día le faltaran flores frescas, puestas con sentido de ofrenda de altar, pero también de habitación de enfermo que ve el horizonte de la convalecencia. Preguntadles a éstos que lo vieron sin cruz, sin túnica, sin el fuego rojo de sus velas, sin la plata de su altar o de su paso, tan herido, y os dirán si no es por sí mismo, por su misterio, por su paz contagiosa, por lo que pesa como pesa en Sevilla. Si un día, este dolor y este misterio escondidos del Valle y de Pasión no pesaran en la Semana Santa como pesan hoy y han pesado siempre, es que ésta ya habría dejado de serlo, y Sevilla no sería Sevilla. Que ni en una ni en otra manda el número, sino el sentimiento pleno, la medida belleza, la devoción que tan honda y serenamente expresan».